Desde hace unos años, la educación, es más, el sistema educativo, está siendo objeto de crítica. “El sistema educativo está en crisis”, se dice. Una vez más caemos en simplismos cómodos que nos eximen de responsabilidades.
Para quiénes estamos en la vecindad de los cuarenta, nuestro modelo de aprendizaje se encontraba ajustado a conocimientos estáticos, dogmas, verdades absolutas imposibles de cuestionar. Modos y metodologías únicas y estandarizadas para aprender. Leer, sumar, restar, para todos se impartía de la misma forma y todos debían procesarlo de igual modo. Era, y sigue siendo, el imperio del modelo de la revolución industrial productivista y estandarizada. En la escuela se aprendía lo socialmente aceptado, lo políticamente correcto. Era una solución para los padres que debían trabajar. La escuela se adapto a los modelos de producción que condicionaban el ordenamiento social.
“En el siglo XXI aún mantenemos una estructura educativa industrial”. Esto es lo que afirma Ken Robinson, en este sentido critica las rigideces de los establecimientos educativos. Todo ello prioriza el producto estandarizado y no la creatividad, elemento fundamental a desarrollar, según este educador.
Aquel modelo fue en el pasado, y sigue siendo, la pregunta es, ¿queremos que siga siendo así? ¿Tenemos la capacidad de ser flexibles y romper con las estructuras perimidas de orden y progreso impuestas por el modelo de educación heredado de la revolución industrial?
Seguir con lo mismo y echar culpas a otros, es la opción más cómoda y segura, la cual nos exime de toda responsabilidad. Repetir modelos anacrónicos y descontextualizados a los tiempos y necesidades de los niños.
Orden y apego a las reglas, las cuales no son más que convenciones, lo socialmente aceptado. El modelo de niño bueno y obediente que permanece quieto y mudo, aunque lo aburra lo que está escuchando, es lo pretendido. Tiene que aprender las cosas de un solo modo, como se las enseñaron a ese docente que las dicta, el legado del colegio normal y la normalización o estandarización de las tareas. No importan las inquietudes de los chicos, ni las pasiones de ellos, la producción de conocimiento debe ser normalizada, estandarizada.
Pero, ¿Qué pasa con aquello que lo fascina? ¿No podría usarse como motivador? Si al niño le gustan las carreras de autos, no podríamos aprender a sumar los coches, o las ruedas de ellos. A partir de ello, ¿podríamos aprender a multiplicar? Cuatro ruedas por dos autos…
Podríamos aprender a escribir a partir de ver el nombre de la escudería. Todos estos ejemplos podrían extrapolarse al fútbol, muñecas, vestidos de princesas, etc. ¿No es más fácil trabajar con un niño motivado, con un niño fascinado por la propuesta que se le presenta? Respuestas que el sistema educativo actual no puede responder hoy. Como siempre, hace falta primero, un cambio cultural
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Interesante, no FORMAR CONDUCTAS ESTANDARIZADAS, dar lugar a la motivacion del niño, aplicar programas acorde a los intereses, pasiones y hechos que captan el interes del educando, pero…..los contextos deberian ser los apropiados, el hogar, la escuela, el club, y ahi, el niño depende de sus padres.El estado de adultez de sus responsables tambien juega. Es necesario una actitud y un compromiso renovador de sus padres, paralelamente a los programas y a la accion de los educadores.- Se podria hablar de una educacion en cadena ?
Estoy de acuerdo que es un problema en que deben estar presentes varios actores. Pero no sólo ello, también deben actuar éstos sobre el niño y entre sí, es decir, interactuar. Dicha interacción, aplicada sobre ambientes determinados, tiende a cambiar realidades. Yo no pensaría una educación en cadena, sino mas bien en red. El cerebro guarda la información a través de redes conceptuales, desde el ambiente deberíamos motivar al sujeto de igual forma para lograr un dinamismo motivante en el aprendizaje.